Tocar
saxofón más que un gusto, es en mi caso particular una necesidad. El saxofón es
una llave que me abre la puerta al universo sonoro; lo curioso del asunto es
que la música pareciera poder manifestarse en dos planos dimensionales al
tiempo: en el físico y en el metafísico. Cuando toco mi saxofón ocurre el
fenómeno físico de la vibración de la caña y la columna de aire; puedo decidir
las duraciones de los sonidos, sus
diferentes alturas, la intensidad y los efectos; es decir, que el fenómeno
sonoro junto con el ritmo, la melodía, las dinámicas y los timbres, se establecen
en un sistema medible y calculable en un plano matemático; de esta forma todo
lo que deseo tocar se puede codificar en un sistema de escritura musical
(partitura).
De
hecho el saxofón en sí es un artefacto cónico con unas dimensiones y
características que se encuentran estandarizadas en un sistema medible de
construcción. Gracias a Pitágoras el sistema musical existe ya que por medio de
su monocordio pudo explicar y estructurar el comportamiento de los sonidos a
través de la teoría de los armónicos, sentando además, las bases de las leyes
de la acústica.[1]
Con el paso del tiempo este sistema musical se ha ido perfeccionado cada vez
más; sin embargo, en un principio y por muchos años este sistema también sirvió
para explicar el universo y su trascendencia espiritual.[2]
En la edad media este concepto metafísico se ilustraba con un monocordio que
tenía su base en la tierra y su clavija en el cielo, siendo Dios el que afinaba
el “gran acorde” de la vida y el ser humano el que tocaba las notas.
Con
la llegada del Renacimiento el concepto cambió y ya no era Dios quien afinaba
el monocordio sino, el hombre; el resultado de este cambio conceptual derivó en
la separación entre lo físico y lo metafísico. Los sonidos musicales por
consiguiente, ya no daban cuenta de la trascendencia espiritual que se les
había asignado en un principio y solo tenían relación con el espectro sonoro.
En
nuestro tiempo este concepto metafísico ya no tiene ninguna validez y solo
sigue vigente como base del lenguaje musical escrito y temperado. Pero la
pregunta que surge es: ¿Qué hace que mediante un sistema puramente matemático
se puedan transmitir las emociones del músico hacia su público? Cuando se hace
música, ésta ocurre no solo en el espectro sonoro, sino que además y de forma
simultánea interviene en el alma de la persona que interpreta y del que escucha.
Cuando
toco saxofón puedo expresar mis sentimientos y el público puede también
percibirlos. Ahora bien, es la escritura y todo su sistema musical un elemento
decodificador y mediador[4]
de mis emociones y recuerdos; sin embargo la mayoría del público no posee un
conocimiento musical y aun así puede escuchar este código sonoro y entender o
interpretar el mensaje que deseo transmitirles. Más aún, muchos músicos
realizan su quehacer musical sin tener una conciencia o conocimiento que el
sistema musical que emplean está circunscrito a un código matemático
desarrollado por Pitágoras; solo les basta con dominar los rudimentos
elementales del instrumento y aun así pueden lograr el mismo efecto.
Y
entonces, ¿Qué hace esto posible? La música va más allá de la técnica y la
partitura; la música se origina en la experiencia misma de hacerla.[5]
No obstante aun cuando la música ya no da razón de la dinámica del universo
como lo sostenía la metafísica pitagórica, sigue teniendo incidencia en cierto
nivel con el ámbito espiritual porque tiene la fuerza suficiente de mover las
emociones; incluso, de crear conciencia y este aspecto se encuentra totalmente
por fuera del espectro meramente sonoro.
Por
consiguiente, vale la pena preguntarse: ¿hay en el alma una naturaleza o principio
matemático, que le permite a cualquier ser humano discernir las emociones
transmitidas en la música, aun cuando estas han sido mediadas por un código
matemático? A lo mejor la respuesta no está ahí, sino en la conciencia estética
que no nace con el ser humano, sino, que se crea, se aprende y se adquiere por
medio del entorno social y cultural del individuo. Esta conciencia estética es
la que le permite al público, apreciar la música que interpreto con mi saxofón
y es a su vez, la que me permite como músico decidir las emociones y la manera
en que las quiero transmitir.
Sin
embargo, continúa el problema con el alma ya que este concepto va más allá de
una mera conciencia estética. ¿Qué hacemos con ella? Para los que creemos que el ser humano está dotado entre otras cosas de alma, este problema se
agudiza porque se encuentra en el ámbito
metafísico, espiritual, y no tiene forma de constatarse por el método científico; se limita
a la experiencia individual. A lo mejor, aunque ahora nos cueste reconocerlo, la
metafísica pitagórica en este sentido de pronto no estaba tan lejos de la
realidad, y más bien exista una segunda clavija que aún sigue moviendo Dios en
el monocordio de la vida.
DAVID YARA.
BIBLIOGRAFIA
[1] Miguel de Guzmán, "Armonia Cientifica De Los Pitagóricos,"
Universidad Complutence de Madrid,
http://www.mat.ucm.es/catedramdeguzman/drupal/migueldeguzman/legado/historia/pitagoricos/laarmoni.
[2] John Neubauer, La Emancipación De La
Música. El Alejamiento De La Mímesis En La Estética Del Siglo Xviii. (España.1992).
[3] El Monocordio De Pitágoras, (2009), Foto.
[4] Alfonso López Quintás, "El Poder Formativo De La Música," Revista Española de Pedagogía. (2013).
[5] Neubauer, La Emancipación De La
Música. El Alejamiento De La Mímesis En La Estética Del Siglo Xviii.
No hay comentarios:
Publicar un comentario