sábado, 11 de julio de 2015

REFLEXIÓN: EL SAXOFÓN PITAGÓRICO


Tocar saxofón más que un gusto, es en mi caso particular una necesidad. El saxofón es una llave que me abre la puerta al universo sonoro; lo curioso del asunto es que la música pareciera poder manifestarse en dos planos dimensionales al tiempo: en el físico y en el metafísico. Cuando toco mi saxofón ocurre el fenómeno físico de la vibración de la caña y la columna de aire; puedo decidir las  duraciones de los sonidos, sus diferentes alturas, la intensidad y los efectos; es decir, que el fenómeno sonoro junto con el ritmo, la melodía, las dinámicas y los timbres, se establecen en un sistema medible y calculable en un plano matemático; de esta forma todo lo que deseo tocar se puede codificar en un sistema de escritura musical (partitura).

De hecho el saxofón en sí es un artefacto cónico con unas dimensiones y características que se encuentran estandarizadas en un sistema medible de construcción. Gracias a Pitágoras el sistema musical existe ya que por medio de su monocordio pudo explicar y estructurar el comportamiento de los sonidos a través de la teoría de los armónicos, sentando además, las bases de las leyes de la acústica.[1] Con el paso del tiempo este sistema musical se ha ido perfeccionado cada vez más; sin embargo, en un principio y por muchos años este sistema también sirvió para explicar el universo y su trascendencia espiritual.[2] En la edad media este concepto metafísico se ilustraba con un monocordio que tenía su base en la tierra y su clavija en el cielo, siendo Dios el que afinaba el “gran acorde” de la vida y el ser humano el que tocaba las notas.


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Con la llegada del Renacimiento el concepto cambió y ya no era Dios quien afinaba el monocordio sino, el hombre; el resultado de este cambio conceptual derivó en la separación entre lo físico y lo metafísico. Los sonidos musicales por consiguiente, ya no daban cuenta de la trascendencia espiritual que se les había asignado en un principio y solo tenían relación con el espectro sonoro.

En nuestro tiempo este concepto metafísico ya no tiene ninguna validez y solo sigue vigente como base del lenguaje musical escrito y temperado. Pero la pregunta que surge es: ¿Qué hace que mediante un sistema puramente matemático se puedan transmitir las emociones del músico hacia su público? Cuando se hace música, ésta ocurre no solo en el espectro sonoro, sino que además y de forma simultánea interviene en el alma de la persona que interpreta y del que escucha.

Cuando toco saxofón puedo expresar mis sentimientos y el público puede también percibirlos. Ahora bien, es la escritura y todo su sistema musical un elemento decodificador y mediador[4] de mis emociones y recuerdos; sin embargo la mayoría del público no posee un conocimiento musical y aun así puede escuchar este código sonoro y entender o interpretar el mensaje que deseo transmitirles. Más aún, muchos músicos realizan su quehacer musical sin tener una conciencia o conocimiento que el sistema musical que emplean está circunscrito a un código matemático desarrollado por Pitágoras; solo les basta con dominar los rudimentos elementales del instrumento y aun así pueden lograr el mismo efecto.

Y entonces, ¿Qué hace esto posible? La música va más allá de la técnica y la partitura; la música se origina en la experiencia misma de hacerla.[5] No obstante aun cuando la música ya no da razón de la dinámica del universo como lo sostenía la metafísica pitagórica, sigue teniendo incidencia en cierto nivel con el ámbito espiritual porque tiene la fuerza suficiente de mover las emociones; incluso, de crear conciencia y este aspecto se encuentra totalmente por fuera del espectro meramente sonoro.

Por consiguiente, vale la pena preguntarse: ¿hay en el alma una naturaleza o principio matemático, que le permite a cualquier ser humano discernir las emociones transmitidas en la música, aun cuando estas han sido mediadas por un código matemático? A lo mejor la respuesta no está ahí, sino en la conciencia estética que no nace con el ser humano, sino, que se crea, se aprende y se adquiere por medio del entorno social y cultural del individuo. Esta conciencia estética es la que le permite al público, apreciar la música que interpreto con mi saxofón y es a su vez, la que me permite como músico decidir las emociones y la manera en que las quiero transmitir.

Sin embargo, continúa el problema con el alma ya que este concepto va más allá de una mera conciencia estética. ¿Qué hacemos con ella? Para los que creemos que el ser humano está dotado entre otras cosas de alma, este problema se agudiza  porque se encuentra en el ámbito metafísico, espiritual, y no tiene forma de constatarse por el método científico; se limita a la experiencia individual. A lo mejor, aunque ahora nos cueste reconocerlo, la metafísica pitagórica en este sentido de pronto no estaba tan lejos de la realidad, y más bien exista una segunda clavija que aún sigue moviendo Dios en el monocordio de la vida.


DAVID YARA.

            


BIBLIOGRAFIA


[1] Miguel de Guzmán, "Armonia Cientifica De Los Pitagóricos," Universidad Complutence de Madrid, http://www.mat.ucm.es/catedramdeguzman/drupal/migueldeguzman/legado/historia/pitagoricos/laarmoni.
[2] John Neubauer, La Emancipación De La Música. El Alejamiento De La Mímesis En La Estética Del Siglo Xviii.  (España.1992).
[3] El Monocordio De Pitágoras, (2009), Foto.
[4] Alfonso López Quintás, "El Poder Formativo De La Música," Revista Española de Pedagogía. (2013).
[5] Neubauer, La Emancipación De La Música. El Alejamiento De La Mímesis En La Estética Del Siglo Xviii.

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